martes, 19 de octubre de 2010

EL EJÉRCITO PERDIDO




Me reafirmé en el convencimiento que siempre había tenido: la naturaleza no concede todos sus dones a una sola criatura. A unas les da una cosa, a otras otra. El ruiseñor es pequeño e insignificante, pero su canto es una melodía sobrecogedora, la más armoniosa que haya creado la naturaleza. También pensé que en el paraíso terrenal cada cosa debía de ser perfecta y que los dioses, al principio, debían de haber dado a las aves que desplegaban delante de mí su deslumbrante belleza un canto semejante al de los ruiseñores para que se manifestase su infinito poder. (Valerio Massimo Manfredi)


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